Por Alberto J. Lapolla
Lo peor, peor está.
Según todo indica, la cosecha de sojaRR (transgénica-forrajera) de esta campaña 2009-2010, orillará las 52 millones de Tm., abarcando la friolera de 19 millones de has. sembradas. Lo cual implica alrededor del 57 % de la producción total de granos y el 55% del área sembrada. Esto es, una profundización aún mayor del monocultivo sojero y del proceso de sojización. Proceso que pagamos destruyendo casi todas las demás actividades agrícolas y transformando a uno de los mejores ecosistemas del mundo para producir alimentos, en una factoría neocolonial de producción de ‘pasto-soja’, subsidiando la producción industrial de China,
Este proceso viene unido a la concentración de la producción de carne para el mercado interno en los feed-lots, que hoy concentran casi el 80% de la producción de carne para consumo interno. Carne ‘chatarra’ contaminada con antibióticos, anabólicos, hormonas, vacunas, funguicidas, y sobre todo con animales alimentados sin pasturas naturales, con alto nivel de granos, lo cual altera totalmente su composición nutricional, afectando la salud de la población que los consume. Es decir, la de la mayoría de los argentinos, pues los feed-lots producen 11 de los 14 millones de cabezas de ganado que se faenan por año. El resto son animales criados a campo con pasturas, que van a exportación o a cortes de alto precio.
Lo mismo ocurre con las demás producciones desplazadas por la sojización, como la horticultura, la lechería, la fruticultura, la apicultura, y la producción familiar en general, lo cual ha afectado notoriamente los precios y la oferta -en cantidad y calidad- de frutas, verduras y lácteos. La producción familiar que debería ser la base de la recomposición de un modelo productivo, sano, solidario, democratizador, descentralizador y repoblador del campo argentino, y principalmente productor de alimentos, por el contrario es arrasada por las fumigaciones aéreas de glifosato -ya limitadas en los EE. UU., y Europa- y por los precios absurdos de la tierra sojizada.
A esto hay que sumarle la depredación al ecosistema, la contaminación de napas, fuentes de agua, arroyos y ríos, la exportación masiva de nutrientes que supera holgadamente los 1500 millones de doláres por año. La absoluta destrucción del bosque nativo. La destrucción de fuentes de trabajo: la sojaRR crea 2 puestos de trabajo cada 1000 has y destruye 9 de cada 10, debido a su técnica de cultivo por Siembra Directa. Sumemos también la expulsión masiva de pequeños chacareros y arrendatarios y la expulsión de comunidades indígenas que los sojeros producen y la degradación del suelo que la repetición del ciclo continuado soja-trigo-soja produce. Sumemos la destrucción de la flora, la fauna, la microflora, la microfauna, y la disminución masiva de
Lo más grave: contaminación al por mayor
Durante el conflicto agrario,
Contraviniendo todos los estudios que se están publicando en el mundo y en nuestro propio país, como por ejemplo el informe del Dr., Andrés Carrasco, sobre el herbicida estrella del complejo sojero, el informe concluyó un galimatías político-científico (dos disciplinas que en general no se llevan bien) donde en una página se asegura que: ‘bajo condiciones de uso responsable, entendiendo por ello las condiciones de uso autorizadas por las normas vigentes y cumpliendo con la adopción de buenas prácticas para su aplicación, el glifosato y sus formulados no implicarían riesgo para la salud humana o el ambiente.’
Este párrafo es casi una obviedad que señalan todos los marbetes de agrotóxicos. Sin embargo, el informe no concluye en ninguna parte que el glifosato y sus formulados no implicarían riesgo para la salud humana y el ambiente. Pero dejando en claro las cosas (los científicos-políticos no son tontos) el informe termina señalando que ‘en Argentina no existen suficientes datos sobre los efectos del glifosato en la salud humana, por lo cual sería importante promover la realización de los estudios pertinentes.’
Es decir, en realidad el grupo del Conicet concluye que los organismos técnico-científicos del Estado no saben nada sobre los efectos que el principal agrotóxico del complejo sojero está produciendo sobre la salud y el ambiente de un área de más de 35 millones de hectáreas en el corazón productivo del país. Cabe aclarar que el informe del Conicet de fecha de julio de 2009, no fue especialmente imparcial. A su cargo estuvo el Ing. Claudio Ghersa que fue uno de los principales impulsores del modelo sojero a través del núcleo monsantiano de
Informe monsantiano
No sólo se ubicó como coordinador del equipo a un miembro del lobby monsantiano como el Ing. Ghersa, sino que el informe tomó como base de referencia a un trabajo norteamericano del año 2000, realizado por Gary Williams, Robert Kroes y Ian Munro. Olvidando señalar que dicho informe había sido patrocinado por la multinacional Monsanto. Es decir, Monsanto se investigó a sí misma y el Conicet usó sus ‘estudios imparciales’ para juzgar la toxicidad del producto que la multinacional comercializa. Como es lógico, el informe de Williams concluye en la total inocuidad del glifosato. De manera notable el Conicet no convocó siquiera como contraparte, a la gran cantidad de científicos que dentro de las estructuras académicas del país vienen trabajando hace tiempo por su cuenta, demostrando todo lo contrario: que el glifosato, sus coadyudantes y demás agrotóxicos del complejo sojero, son responsables de producir cáncer, malformaciones en los nacimientos, abortos espontáneos, lupus, leucemias, alergias, enfermedades respiratorias, intoxicaciones, dermatitis, y enfermedades crónicas por contacto. Enfermedades desconocidas en frecuencia y existencia, antes de la irrupción de la sojaRR en nuestras pampas.
A pesar de todos estos estudios producidos en el país e informados a la comunidad científica local, no fueron convocados, ni el Dr Walter Pengue, ni el Dr Jorge Morello, ni el Dr Raul Montenegro (Premio Nóbel alternativo), ni el Dr Jorge Kaczewer, ni el Dr. Adolfo Boy, ni el Dr Andrés Carrasco, quien en 2009 confirmó, en
Dicho estudio, de gran importancia, no fue publicado en el país por presión del INTA y los gobiernos provinciales y debió ser publicado en la revista Cadernos de Saude Publica de Brasil, encontrándose un resumen en los archivos de
Ciencia, glifosato, cáncer y enfermedad
Sin embargo, pese a la negativa del informe del Conicet y el ministro Barañao a reconocer lo que ya es más que obvio, en el resto del mundo -no atado a los poderosos intereses del rentismo sojero-monsantiano- los estudios, investigaciones y denuncias contra el glifosato y sus efectos cancerígenos, están cada vez más difundidos. En 2001 el Dr. Robert Bellé, Director del Centro Nacional de Investigaciones de Roscoff en Francia, determinó que el glifosato en su formulación como Round-up activa el mecanismo de ‘check-point’, que inhibe a la célula el cese de su reproducción. De seguir reproduciéndose indefinidamente puede transformarse en una masa tumoral, dando inicio al proceso de tumorización y finalmente al cáncer.
Bellé dice que es una locura hacer fumigaciones aéreas de glifosato. En 2005, Marc et al., reportaron los mismos efectos encontrados por Bellé en ensayos sobre Erizo de mar, la misma especie usada por Bellé, (publicado en Toxical Applicated Pharmacology). En 2006, el Dr., Dick Ralea de
Esta pequeña lista ilustrativa demuestra que la supuesta inocuidad del glifosato es un cuento de Monsanto. Empresa acostumbrada a mentir hasta el final, y miembro del complejo militar-industrial norteamericano, autora del ‘agente naranja’ en Viet Nam, y que ya ha debido indemnizar con sumas millonarias a los afectados por el PCB, por el Agente naranja, por las dioxinas, y ahora lo está haciendo -pero en Estados Unidos- por los daños ocasionados por las fumigaciones aéreas de Round-up. Como siempre ocurrió con Monsanto o antes con las tabacaleras, ‘científicos’ de dudosa ética, negaron durante décadas mediante estudios fraguados, informes falseados, ocultamiento de información y especialmente no realizando los ensayos que había que realizar –‘lo que no se investiga, no se conoce’. Sin embargo, finalmente fueron arrasados por estudios serios que demostraron la falsedad de los estudios de la empresa. Monsanto terminó pagando sumas multimillonarias a los afectados, la mayoría de los cuales desgraciadamente ya no estaban para poder disfrutar ese dinero.
Salir de
Debemos reforestar enormes superficies devastadas por la sojización, pero por sobre todo debemos distribuir tierra, quebrando el proceso de concentración descomunal de la propiedad, que se viene produciendo desde 1976. Seguramente los 19.000 millones de dólares que hoy estaría aportando la sojaRR -sin beneficio de inventario- serían superados por una producción mucho más variada y de mayor valor agregado, creando mucho más trabajo y afincamiento rural, en lugar de la expulsión actual. Pero por sobre todo estaríamos protegiendo a nuestro pueblo de una catástrofe anunciada y de una muerte lenta pero inexorable por vía de la contaminación cancerígena y teratogénica de los agrotóxicos, que hoy desparramamos alegremente sobre uno de los ecosistemas más feraces del planeta.
Un proyecto nacional y popular requiere urgente otra política agropecuaria pensada para el desarrollo de la nación. Queda una pregunta para agrónomos, biólogos y genetistas propulsores de la transgenia masiva a ecosistema abierto. ¿Cómo se articula el Dogma Central, de ‘un gen-una proteína’, si hoy sabemos que el genoma humano posee alrededor de 25.000 genes, pero producimos más de 100.000 proteínas? ¿Nadie es capaz de preguntarse que algo anda mal en ese postulado?, y que en realidad como siempre pasa, la materia, la naturaleza y la vida, siempre son más complejas que lo que podemos entrever. Si a esta pregunta que posee una respuesta que Monsanto se niega a dar, le sumamos los más de 300 millones de litros de agrotóxicos fumigados por campaña sobre
nuestros campos, tal vez los ingenieros agrónomos y científicos involucrados, deban reflexionar sobre lo que han aprendido como ‘pensamiento único sojero y transgénico’ y repensar si desean ser cómplices de la muerte lenta de nuestro pueblo o ayudar con sus conocimientos a su felicidad y grandeza.
Alberto J. Lapolla es ingeniero agrónomo, genetista e historiador, Director del Instituto de Formación de la CMP.